Actualmente podemos construir una idea del estilo de vida que tenían las civilizaciones antiguas a través del legado tangible o intangible que ha permanecido hasta nuestros días. Las manifestaciones artísticas, la escritura y los edificios y construcciones, que en su tiempo se usaron para destacar la grandeza de un pueblo y el poder de sus gobernantes, son testigos vivos que a menudo nos sirven para imaginar a emperadores, líderes militares, religiosos, etc.

Es por ello que, conocer y analizar los tipos de vivienda de una cultura, sin duda alguna transmite mucho del pensamiento de quienes la habitan.

Es bien sabido que, en Yucatán, cuando concluyó la etapa de conquista de la civilización Maya, la mayoría de las principales ciudades del territorio habían sido abandonadas, y las grandes edificaciones de piedra y mortero fueron las que mejor resistieron el paso del tiempo.

Sin embargo, no es tan conocido el hecho de que los pueblos mayas que migraron hacia nuevos territorios y lucharon por la conservación de su historia, llevaron consigo la herencia del saber ancestral de la filosofía de la Xa’anil naj (casa de huano).

Nos referimos a la filosofía de la casa, la casa de huano, la casa de paja, la casa maya; porque más allá de un conocimiento técnico sobre la construcción y los materiales, el erigir un hogar dentro de la cultura maya, implica una tradición en la que la cosmovisión de sus habitantes se manifiesta a través de cada elemento que la compone.

Pese al gran valor cultural que debiera de existir al reconocer que en nuestro Yucatán se conserva y construyen este tipo de viviendas, revisando el libro Xa’anil naj. La gran casa de los Mayas, de Aurelio Sánchez Suárez, notamos que lamentablemente, el pensamiento colonialista que se instauró hace ya varios siglos, permanece en nuestro presente pues muchas veces se considera que la casa maya es simplemente símbolo de pobreza o falta de desarrollo.

La visión colonialista y la ignorancia hacia la sabiduría del pueblo maya; el rechazo y la condenación de todo lo ajeno a las costumbres occidentales; el intento de conquista que para la península de Yucatán duró mucho más tiempo que en otros sitios de Mesoamérica; un patrón de asentamiento totalmente ajeno a los conceptos renacentistas del siglo XVI y una visión del universo con estrecha vinculación a la naturaleza, provocó un fuerte choque entre las dos culturas (Sánchez Suárez, 2017).

Se afirma que el estado de exclusión hacia la población maya y el estigma de ignorancia e inferioridad impuesto durante el colonialismo se mantiene hasta nuestros días.

Por esta razón se debe recalcar que la casa maya ha resistido no solo al paso del tiempo y los embates de la naturaleza, sino también al tipo de pensamiento que la relegaba como una construcción del hábitat indigna de valorar; proceso que no ha concluido, ya que además de la violenta ocupación física de los conquistadores europeos, se palpa aún en nuestros días el avance de la jerarquización capitalista, que representa el progreso y la prosperidad como un aprovechamiento del medio ambiente desde una óptica no necesariamente prudente.

En cuanto a la construcción, la casa maya consiste en una pieza de planta rectangular, circular o absidal (figura de cuatro lados: dos lados opuestos rectos y dos circulares), que distingue entre dos sistemas estructurales: el techo y los muros. 

El techo se compone de un entramado cónico o piramidal de troncos de madera amarrados entre sí mediante bejucos o lianas y recubiertos por un complejo tejido de hojas de palma. 

Cuatro soportes u “horcones” de aproximadamente dos metros de altura y embebidos en los muros fungen como columnas, y se cimientan en el suelo rocoso característico de la región. 

Finalmente, los muros pueden construirse de madera entrelazada y conocida como “bajareque” o de mampostería de piedra; en el primer caso y como protección adicional, se utiliza una mezcla de tierra roja mojada y zacate conocida como “Kolóojche”.

Ninguno de los elementos que componen la construcción es improvisado, sino que exigen un alto grado de conocimiento tanto en su ensamble como en el proceso de tratamiento de la materia prima. Además, el hecho de que todos los materiales sean obtenidos en el medio y puedan regenerarse antes de que la casa cumpla su vida útil, destaca el profundo respeto que sus creadores tenían hacia la naturaleza y la sustentabilidad de la vivienda.

En Yucatán 21 afirmamos que la casa maya posee un gran valor para nuestra cultura, las características de su diseño, la selección de los materiales, la distribución y aprovechamiento de los espacios y todo el tecnicismo de su construcción, son sin lugar a duda una prueba viva del pensamiento que tienen los pobladores mayas de ayer y hoy.

La vida cotidiana del poblador común y corriente, aquel que representa la base de la pirámide social en dichas culturas, queda muy a menudo relegada al conocimiento de los especialistas en su estudio, en este caso de los especialistas en la construcción y el diseño arquitectónico. Sirva esta reflexión, más allá de la protesta o del reclamo hacia la historia, como una oportunidad de revalorizar un aspecto más de la cultura que logró comprender, de manera empírica y a lo largo de siglos de desarrollo, una forma de construir espacios dignos de vivienda.

Yucatán 21.